Psico-oncología

Fatiga y Nieba Mental en el Cáncer

Lic. Delfina Huarte
10 de noviembre de 2025
15 min lectura
Fatiga y Nieba Mental en el Cáncer

La fatiga es uno de los efectos secundarios más comunes del cáncer y de sus tratamientos. No es falta de voluntad ni de actitud: es un cansancio que atraviesa el cuerpo, la mente y el ánimo. Muchas personas lo describen como un agotamiento que no se quita ni siquiera durmiendo, una sensación de estar “vacíos de energía”. Este cansancio es profundo, persistente y global. 

Puede estar acompañado de algo que muchos pacientes describen como “niebla”, momentos en los que cuesta concentrarse, encontrar las palabras adecuadas o recordar información que antes venía con facilidad.

Esta niebla mental, es conocida también como chemo brain. La ciencia la reconoce como un fenómeno real, vinculado tanto a los efectos de la quimioterapia y otras terapias oncológicas como a los cambios hormonales, el estrés crónico, la alteración del sueño y las emociones que acompañan el proceso. 

Estudios neurocientíficos recientes han mostrado que algunos tratamientos pueden generar cambios transitorios en la conectividad cerebral, en especial en áreas relacionadas con la memoria y la atención. Pero también se sabe que la inflamación, la fatiga física y los niveles sostenidos de ansiedad o tristeza contribuyen a esa misma sensación de lentitud o confusión (Ahles & Root, 2018; Demos-Davies et al., 2024).

Mirada desde la Psicooncología

Desde la psicooncología se entiende que estos síntomas son multidimensionales: lo biológico, lo psicológico y lo social se entrelazan. El cuerpo atraviesa un proceso complejo y la mente también está haciendo un enorme trabajo de adaptación. Es común escuchar frases como “antes podía con todo y ahora me cuestan un poco más las cosas”. Este cambio en la autopercepción puede generar desconcierto o malestar. Se entiende que estas experiencias no reflejan debilidad, sino un proceso de adaptación psicológica frente a las modificaciones físicas, cognitivas y emocionales que impone el tratamiento. 

A veces, quienes la viven se sienten avergonzados, frustrados o incluso temen “estar volviéndose locos”. Pero entender que estos cambios son parte del proceso, que tienen explicación y tratamiento, puede aliviar mucho. 

La validación, tanto por parte de los profesionales como del entorno, cumple un papel terapéutico: cuando algo se nombra y se comprende, deja de ser un fantasma y se vuelve un fenómeno con sentido.

Herramientas de autocuidado

El sueño juega un rol central, ya que se trata de un proceso biológico fundamental. Durante el descanso profundo, el cerebro realiza tareas de limpieza y reparación: elimina desechos metabólicos, regula hormonas, consolida recuerdos, entre otras cosas. Cuando el sueño se altera ya sea por dolor, preocupación o efectos secundarios, la fatiga puede profundizarse y la mente se nubla más. Algunas acciones como las que nombramos a continuación, pueden ayudarnos a mejorar nuestra calidad de sueño: 

  • Establecer rutinas, con horarios fijos. 
  • Reducir pantallas antes de dormir (ideal 60 minutos antes)
  • Practicar respiraciones lentas (conteo 4–6 u otra técnica de relajación)
  • Optimizar el entorno de sueño (habitación fresca, oscura y silenciosa; antifaz/tapones o ruido blanco si ayuda)

La rehabilitación cognitiva es otra herramienta importante. Existen programas y estrategias que ayudan a estimular funciones como la atención, la memoria y la planificación (Von Ah et al., 2012; Kesler et al., 2013). No se trata de “entrenar la cabeza” sino de acompañar al cerebro a reconectarse con sus propias rutas, de manera amable y sostenida. Algunos recursos simples, pero que pueden resultar eficaces: 

  • Anotar lo importante
  • Hacer una cosa por vez
  • Dejar las tareas más exigentes para los momentos de mayor energía
  • Pedir indicaciones por escrito. 

El entrenamiento terapéutico puede ayudar al cerebro a recuperar ritmo. La actividad física suave, caminar, estirarse, moverse sin exigencia, favorece la neuroplasticidad y mejora el ánimo. Lo que buscamos en este movimiento, no es rendimiento, sino reconexión con el cuerpo. 

La práctica del mindfulness también puede ser nuestra aliada en este proceso. No implica “poner la mente en blanco”, sino dirigirla de forma deliberada al presente, observando pensamientos o sensaciones sin juzgarlas ni reaccionar de inmediato. Este tipo de ejercicios favorece la autorregulación emocional y ayuda al sistema nervioso a disminuir su nivel de activación. Incorporar momentos de atención plena, como pausar, respirar o simplemente registrar cómo uno se siente, puede contribuir a disminuir la sobrecarga cognitiva y emocional. 

En este proceso, el acompañamiento emocional cumple un rol clave. Poder hablar con el equipo tratante sobre los cambios que se perciben (físicos, cognitivos o anímicos) permite ajustar los tratamientos y aliviar preocupaciones. También compartir con familiares o pares lo que se siente ayuda a disminuir la sensación de aislamiento que muchas veces aparece. Pedir ayuda para tareas concretas, como ir a una consulta acompañado o preparar una comida, no significa cargar a los demás, sino apoyarse en la red de cuidado disponible.

Conclusión

Comprender estos síntomas desde una mirada integral ayuda a darles un marco: la fatiga y la niebla mental no son signos de debilidad ni de pérdida de control, sino respuestas esperables del cuerpo y la mente frente al esfuerzo sostenido que implica el tratamiento. Reconocerlos, atenderlos y buscar acompañamiento profesional son pasos importantes para favorecer la recuperación y mejorar la calidad de vida durante y después del proceso oncológico.

Referencias

  1. Ahles, T. A., & Root, J. C. (2018). Cognitive Effects of Cancer and Cancer Treatments. Annual Review of Clinical Psychology, 14, 425–451.
  2. Bower, J. E. (2014). Cancer-related fatigue—Mechanisms, risk factors, and treatments. Nature Reviews Clinical Oncology, 11(10), 597–609.
  3. Demos-Davies, K. et al. (2024). Cancer-related cognitive impairment: a downside of cancer treatment. Frontiers in Oncology. https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC11074410/
  4. Jacobsen, P. B., & Wagner, L. I. (2012). A new quality standard for cancer-related fatigue. JNCCN, 10(8), 1047–1053.
  5. Kesler, S. R. et al. (2013). Neurocognitive rehabilitation in breast cancer survivors. Clinical Breast Cancer, 13(4), 299–306
  6. Lengacher, C. A. et al. (2016). Mindfulness-Based Stress Reduction in breast cancer survivors. Psycho-Oncology, 25(3), 321–329.
  7. Savard, J., & Morin, C. M. (2011). Insomnia in the context of cancer. Journal of Clinical Oncology, 29(26), 3862–3876.
  8. Von Ah, D. et al. (2012). Advanced cognitive training for breast cancer survivors: a randomized controlled trial. Breast Cancer Research and Treatment, 135(3), 799–809.
  9. Weber, D. et al. (2016). Cancer and Cancer-Related Fatigue and the Role of Depression, Anxiety and Stress. Frontiers in Oncology, 6, 1–12.
  10. Xie, L. et al. (2013). Sleep drives metabolite clearance from the adult brain. Science, 342(6156), 373–377.
  11. Zimmer, P. et al. (2021). Exercise-induced neuroplasticity in cancer survivors. Brain Plasticity, 7(1), 79–97.