Fundamentos

Tratamientos Actuales del Cáncer y el Rol del Metabolismo

Equipo Regemet
18 de diciembre de 2025
19 min lectura
Tratamientos Actuales del Cáncer y el Rol del Metabolismo

En oncología moderna, la palabra tratamiento rara vez refiere a una única intervención. En la práctica clínica actual, la mayoría de los pacientes transitan esquemas combinados que integran terapias locales (como la cirugía y la radioterapia) y terapias sistémicas (quimioterapia, hormonoterapia, terapias dirigidas e inmunoterapia) y, de manera creciente, estrategias orientadas a sostener la fisiología del organismo a lo largo del proceso terapéutico.

Estos abordajes constituyen el estándar de cuidado oncológico y representan la base sobre la cual se estructuran la mayoría de los planes terapéuticos actuales. Comprender cómo funcionan, cuándo se indican, qué objetivos persiguen y cuáles son sus limitaciones clínicas reales es un paso indispensable para cualquier enfoque médico responsable.

El Metabolismo del Cáncer

En los últimos años ha comenzado a consolidarse una mirada complementaria: El abordaje metabólico del cáncer. Esta perspectiva propone comprender al cáncer no solo como una enfermedad genética, sino también como una enfermedad del metabolismo celular.

Desde este enfoque, la atención se dirige a la forma en que las células tumorales obtienen energía, utilizan los nutrientes y se adaptan a su entorno. A diferencia de las células sanas, muchas células cancerosas presentan un metabolismo alterado, con una marcada dependencia de la glucosa y de vías fermentativas aun en presencia de oxígeno, un fenómeno conocido como efecto Warburg. Esta característica metabólica es tan consistente que se utiliza clínicamente como herramienta diagnóstica, por ejemplo a través de la tomografía por emisión de positrones (PET).

Esta alteración metabólica no es un aspecto secundario: influye directamente en el crecimiento tumoral, la inflamación, la evasión del sistema inmune y la respuesta a los tratamientos oncológicos. Abordar estas rutas bioquímicas y energéticas permite intervenir sobre el “terreno” en el que el cáncer se desarrolla, complementando los abordajes dirigidos al ADN y a las señales moleculares específicas.

👉 Puede ver más sobre esto en nuestro blog “¿Es el Cáncer una Enfermedad Metabólica?”: LINK

En Regemet trabajamos desde una premisa clara: la medicina es una. Lo integrativo no es “alternativo” cuando se apoya en fisiología, evidencia científica y seguimiento médico. Pero para que un abordaje sea verdaderamente integrativo, primero es necesario conocer en profundidad el estándar de cuidado oncológico.

Por ese motivo, este artículo recorre, de manera ordenada, los principales abordajes convencionales del cáncer y, a partir de allí, introduce un eje central para nuestra práctica clínica: el metabolismo tumoral como dimensión terapéutica. Entender cómo interactúan las terapias oncológicas con el terreno metabólico del paciente permite ampliar el enfoque, integrar estrategias complementarias con criterio clínico y diseñar planes médicos más completos, personalizados, más efectivos y sostenibles en el tiempo.

El objetivo del tratamiento convencional: control tumoral con intención curativa o paliativa

Toda estrategia oncológica parte de un marco clínico: tipo de tumor, estadificación, perfil molecular, estado general del paciente y objetivo terapéutico.

En términos generales, el tratamiento busca uno (o varios) de estos fines:

  • Curación (cuando es posible erradicar la enfermedad).
  • Control a largo plazo (convertirla en una enfermedad crónica controlable).
  • Reducción tumoral (por ejemplo, para habilitar una cirugía o aliviar síntomas).
  • Paliación (mejorar calidad de vida cuando el control completo no es factible).

Este punto es esencial: la oncología moderna no se define por “una droga” o “una técnica”, sino por estrategias multimodales que se adaptan al contexto clínico de cada paciente.

Tratamientos locales: cirugía y radioterapia

Cirugía oncológica

La cirugía sigue siendo una herramienta central, especialmente en tumores sólidos localizados o regionales. Puede ser:

  • Curativa (resección completa con márgenes).
  • Citorreductora/debulking (reducir masa tumoral cuando no se puede extirpar todo).
  • Diagnóstica (biopsias o procedimientos para confirmar extensión).
  • Paliativa (resolver obstrucciones, sangrados o dolor).

Su fortaleza es clara: cuando la enfermedad está localizada y es resecable, la cirugía puede ser decisiva. Su límite también: micrometástasis o enfermedad sistémica requieren tratamientos adicionales.

Radioterapia

La radioterapia utiliza radiación ionizante para dañar el ADN tumoral y limitar la proliferación celular. Se usa:

  • Como tratamiento primario (en tumores radiosensibles o cuando no se opera).
  • Adyuvante (después de cirugía, para reducir recurrencia).
  • Neoadyuvante (antes de cirugía, para reducir tamaño tumoral).
  • En paliación (dolor óseo, compresión medular, sangrados, etc.).

En oncología moderna, su rol se integra frecuentemente con terapias sistémicas, pero esa combinación debe planificarse con cuidado por potencial incremento de toxicidad.

Tratamientos sistémicos: cuando el abordaje debe “viajar por todo el cuerpo”

El NCI agrupa los tratamientos oncológicos en múltiples categorías que incluyen quimioterapia, radioterapia, inmunoterapia, terapias dirigidas, hormonoterapia y trasplante de células madre, entre otras. (cancer.gov)

La American Cancer Society también distingue entre tratamientos locales y sistémicos, siendo estos últimos los que impactan potencialmente a todo el organismo. (cancer.org)

Quimioterapia

La quimioterapia no es una sola cosa: es una familia de fármacos con mecanismos distintos (daño del ADN, inhibición de síntesis, bloqueo del huso mitótico, etc.). Su fortaleza: puede actuar sobre enfermedad microscópica o diseminada. Su desafío: al atacar procesos celulares fundamentales, puede afectar tejidos sanos de alta renovación.

Terapias dirigidas (“targeted therapies”)

A diferencia de la quimioterapia clásica, las terapias dirigidas buscan bloquear proteínas específicas que controlan crecimiento, división y diseminación tumoral, y forman parte de la medicina de precisión. (cancer.gov)

Su fortaleza: alta especificidad en subgrupos seleccionados. Su límite clínico frecuente: resistencia (por mutaciones, bypass de vías, heterogeneidad tumoral).

Hormonoterapia

En tumores hormonodependientes (por ejemplo, algunos cánceres de mama o próstata), el eje hormonal puede ser un motor central del crecimiento tumoral. La hormonoterapia busca bloquear esa señal.

Inmunoterapia

La inmunoterapia (por ejemplo, inhibidores de checkpoints) no “ataca” el tumor como una quimio; busca reactivar mecanismos inmunes antitumorales. En ciertos tumores cambia el pronóstico; en otros, la respuesta sigue siendo variable. También requiere vigilancia de eventos adversos inmunomediados.

Trasplante de células madre hematopoyéticas

En neoplasias hematológicas, el trasplante puede ser parte del tratamiento cuando se requiere “reiniciar” la médula ósea tras terapias intensivas. (cancer.gov)

Metabolismo: Por qué el foco exclusivamente genético puede ser insuficiente

La oncología molecular ha generado avances enormes: biomarcadores, terapias dirigidas, inmunoterapia, medicina personalizada. Sería un error negar ese progreso.

Pero también es cierto algo que hoy es ampliamente reconocido en investigación y práctica: el cáncer no es un fenómeno lineal, y el tumor no es homogéneo. Con frecuencia aparecen:

  • Heterogeneidad tumoral (subpoblaciones con comportamientos distintos).
  • Plasticidad metabólica y adaptativa.
  • Resistencia terapéutica por presión selectiva.
  • Cambios del microambiente tumoral (inflamación, hipoxia, angiogénesis, inmunosupresión).

Dicho de forma clínica: el ADN importa, pero no es el único nivel operativo. El metabolismo, el entorno tisular y la inmunidad también participan en la biología tumoral y en la respuesta al tratamiento.

Una de las razones por las que el metabolismo es un eje tan relevante es que muchas herramientas clínicas ya lo explotan. El ejemplo clásico es el PET con 18-FDG, que detecta zonas de alto consumo de glucosa. Este fenómeno —la avidez tumoral por sustratos energéticos— es una característica funcional frecuente.

Desde esta perspectiva, el metabolismo es un componente clínicamente observable del cáncer.

Terapia Metabólica del Cáncer

En Regemet, la Terapia Metabólica del Cáncer se plantea como un abordaje complementario, diseñado para integrarse con los tratamientos convencionales, en diálogo con el equipo tratante del paciente.

La lógica central, expresada de forma simple, es esta:

  1. Muchos tumores dependen de rutas metabólicas intensivas para sostener crecimiento y supervivencia.
  2. Si se interviene de manera médica y controlada sobre el terreno metabólico, se puede buscar un entorno menos favorable para las células tumorales.
  3. En determinados casos, esto puede aportar soporte, tolerancia y sinergia con estrategias estándar.

Este marco es consistente con cómo se clasifica la medicina moderna: tratamientos locales + sistémicos + soporte clínico.

Un plan metabólico serio debe contemplar:

  • Intervenciones endovenosas con analogos estructurales como las megadosis de ascorbato de sodio (vitamina C).
  • Soporte del terreno biológico: estado inflamatorio, sueño, estrés, función digestiva, composición corporal, capacidad funcional.
  • Seguimiento con métricas objetivas (laboratorio, parámetros clínicos, tolerancia y evolución).
  • Nutrición terapéutica y ejercicio terapéutico

Y aquí aparece un punto distintivo: el uso de análogos estructurales y otras herramientas endovenosas, cuyo objetivo no es “suplementar” sino intervenir fisiológicamente (dosis, vía, contexto y objetivo terapéutico importan).

Conclusión

Los tratamientos convencionales son, en muchos casos, indispensables. También es cierto que el cáncer es una enfermedad compleja, adaptativa y sistémica, donde el resultado clínico depende de múltiples variables: biología tumoral, microambiente, metabolismo, inmunidad, tolerancia del paciente y calidad del plan terapéutico.

Por eso, el concepto de “integrativo” no es un eslogan: es una metodología clínica. Implica conocer el estándar de cuidado, comprender sus mecanismos, reconocer sus límites, y sumar herramientas complementarias con criterio, evidencia y seguimiento.

En Regemet trabajamos desde esa lógica: un abordaje médico integral, que contempla tanto la enfermedad como el organismo que la atraviesa y, sobretodo, a la persona.